Del libro de relatos T T T
El dulce de chilacayote.
Seguramente tú también te has dicho: ya puedo decir
que lo he visto todo. Así dijo Ximena aquella tarde, después de que fue
envuelta en plástico.
Resulta que uno de esos tipos que andan por ahí
jugando a ser casanova y que utilizan el mismo libreto que sus iguales, tuvo a
bien deslumbrar a una jovencita; no, analizándolo mejor, Ximena solita se apendejó.
Un día de esos, frescos y cuchareables que sólo
existen en las Sierras de Arteaga; él la invitó a una de sus casas. Después de
hacer algunas reparaciones e instalaciones en el cuarto de baño, de escuchar
música y platicar de leyendas de dioses y otras mafufadas; Ximena se recostó en
una cama, la única que había en esa casa.
De inmediato, Santiago dejó de hacer lo que estaba
haciendo y se unió a Ximena. Y empezó con su sacudida, sí, sacudida, era tan
torpe que la clase de caricias I y II seguro las había reprobado, cursado y
vuelto a reprobar; la magia de una caricia no es solo tocar, va más allá de un
simple roce. Una caricia es un acto sublime de suave contacto donde las yemas
de los dedos recorren pausada y delicadamente los labios, la mejilla y el
cuello (ahí entre la oreja y el cuello se da el primer banquete) tocas un poco
su cabello y los cinco dedos danzan felices y libres hasta el hombro,
deslizándose s u a v e m e n t e hasta esos hermosos senos que, con su firmeza
y lo terso de los dedos, hacen una tremenda conexión con la areola y los
pezones, y siguen el camino del abdomen rodeando el ombligo y enfilándose hacia
el sur, ahí se evoca la más bella pieza musical cual pianista en pleno
concierto; la magia de la caricia se encuentra aquí ya en pleno climax. El
viaje por los muslos se debe hacer sorprendiendo lo que antagónicamente se
hace, las corvas, bello espacio que coadyuva a que las contracciones tengan un
efecto por demás orgásmico, te llevan inmediatamente a la pierna e
invariablemente los sonidos que provoca esta magia te hacen volver a tomar, una
y otra vez, este perfecto recorrido, acompañado ahora de los labios y la
lengua.
En fin, lo anterior debió ser el executive brief que
este hombre mínimo tuvo que haber aprendido en clase, pero que por andar
tuiteando se le escapó.
Así que como Santiago pudo y con su singular agilidad,
se levantó y caminó rápidamente hasta donde debería de ser la cocina, tomó un
paquete de envoltura plástica, autoadherible. ¿Te sorprendes? Bueno, pues
Ximena también se sorprendió cuando lo vio de vuelta en la habitación con ese
paquete, que por el momento, dejaremos la marca y la medida en el baúl de los
recuerdos.
La desnudó y con “besos y caricias” la anestesió
y envolvió inmediatamente con el plástico autoadherible, y te preguntarás: ¿es
en serio? Sí, si fue en serio.
Tal vez él se imaginaba, que Ximena era un capullo de
mariposa, o lo más seguro es que él olvidó el condón, al llegar a la casa
vio el plástico y se dijo a sí mismo: chingue su madre, esto seguro sirve. ¡Qué miedo! ¿No?
Muchísimos años después Ximena seguía cuestionándose
el por qué de aquél envoltorio, lo googleó y le aparecieron más de 368000
resultados, entre ellos, sexo, parafilia, fetichismo, fantasías y demás. Y continuaba pensando en que si ese pedazo de hombre estaba realmente enfermo o tenía serios, pero muy serios problemas existenciales.
Lo cierto es que Ximena ya no se sentía sola.
- No era la única, pensaba. Al menos me sirvió para
envolver bien mi dulce de chilacayote.
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