Por la noche, todo parecía normal, más dentro
de mí, sentía cómo mi pequeño cuerpo crecía. Al principio, recuerdo: era
blanca, bueno, más bien transparente, con algunas manchitas azules, grises y
otras con los rayos del sol se tornaban violetas. Era exquisitamente delgada,
creo que a veces escuché que me llamaban libélula y que además, era hermosa.
Pero esa noche todo empezó a cambiar y parecía
como si empezara a disfrazarme.
Veía que a algunos de mis amigos también les
pasaba lo mismo, pero ellos se convertían en algo que a mí no me gustaba.
Al amanecer, revolotee como pude hasta llegar
a un charco de agua y ahí asustada poco a poco abrí mis ojos, casi pierdo el
equilibrio y caigo, cuando observé que mi cuerpo era mucho más grande de lo
normal, mis alas se deformaron y mis hermosos colores ya no eran los de antes,
ahora se tornaban oscuros y solo se iluminaban un poco por un amarillo que
brillaba con la luz.
Ya no me satisfacían los diminutos insectos
que en mi otra vida me saciaban, ahora me dio por alimentarme de mis amigas las
moscas, de insectos más grandes, casi tan horripilantes como yo.
De repente mi vuelo cesó y caí al suelo, había
perdido mi ala derecha, tenía tanta comezón que al tallarme contra el suelo,
brotaban pequeñas gotas azules, y recordé mis alas.
Alguien que pasó por ahí, me dijo que tenía
que levantarme y ayudarme con mis patas, entrecerré mis ojos, que ahora según
me cuenta "Tchaiko, La Mosca", estaban desorbitados; y me levanté como pude, hasta
llegar debajo de un arbusto; ahí sentí nuevamente que algo dentro de mí se
estiraba y empezaron a brotarme una especie de pelitos como los de las arañas,
cuando era libélula y veía las arañas, me daban calos fríos, y ahora tener algo
de ellas, no me gustaba. En fin, dejé que todo continuara hasta tener más patas
de las que solía tener y unos ojos enormes. Tchaiko tuvo que volar muy lejos
para que no la alcanzara mi larga lengua. Mi larga lengua.
Hubo momentos en que quería desaparecer, irme
a otro sitio, donde nadie me conociera. Unos simplemente se burlaban y me
comparaban como era antes, no fue hasta que alguien cercano me hizo desatinar,
no recuerdo si lo pisotié, pero su indiferencia me ayudó para continuar con mi
nueva faceta y otros me animaban a pasar por el túnel de la fortaleza.
Después de ese día en el que había
interpretado a tantos seres como yo, llegué a una especie de letargo y poco a
poco fui recuperando mi apariencia, que recuerdo, era normal.
Creo que este sueño, fue como el que muchos
hemos tenido, en el que nos convertimos en seres extraños que jamás pensamos
ser, pero que inconscientemente nos transformamos para protegernos de algo que
casi nos trastorna, pero que simplemente es parte de la vida.
...Ahora frecuento a aquellos con los que
conviví en esa trascendental etapa y mi vida se ha enriquecido cada vez más.
-Ah!, alguien me llamó por mi verdadero
nombre: "Mozzy, La Libélula".
Mónica Silva
Junio 11 de 2003
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