Y quisiera que fueran tres, o dos, o uno el recuerdo del suspiro que se fue.
Pero no son ni uno, ni dos, ni tres, los besos que te dí.
Quédatelos, para que me recuerdes cuando muerdas un durazno, saborees una frambuesa o derritas un chocolate en tu boca.
Guárdalos para cuando tengas frío y te arropes con ellos, y el viento te roce como si fueran mis dedos.
Ni uno, ni dos, ni tres son los segundos que puedo estar sin ti, pensándote, añorándote.
Ni tres, ni dos, ni uno, serán los momentos en que mi cuerpo estaría listo para vivir sin ti, sin tu aroma.
Y quisiera que fueran tres, o dos, o uno el jugueteo de nuestras miradas, encontrándose, siempre.
Pero no son ni uno, ni dos, ni tres, los pensamientos que guardo de ti, son todas las caricias; las tuyas, las mías, todas.
Añóralas, como el minutero al segundero, como tus labios necesitan los míos.
Disfrútalas, como el placer que dan mis manos en tu cuerpo.
Ni tres, ni dos, ni uno . . .
Ni uno, ni dos, ni tres . . .
Es más . . . ni la mitad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario