Despierto y trato de recordar lo que soñé, por supuesto estaba Usted, velándolos.
Recuerdo que cuando era niña, disfrutaba mucho el trabajo del campo. Me parecía fabuloso empapelar las cajas de madera, hacerlas. Pizcar la manzana, un ritual. A mí siempre me tocaba por en medio de los árboles y me regañaba cada que cortaba un brote, y me enseñaba que por cada brote se perdía cierta cantidad de manzanas para la siguiente temporada. Anhelaba que llegara la hora del lonche, pues los pizcadores que contrataba, sacaban las gorditas y los tacos que calentaban poniendo en un comal sacado de un tambo de lámina, de esos donde se almacenaba el agua o la leche, sobre tres tinamastes.
Luego había que seleccionar la manzana y yo siempre estaba en la banda, sacando la podrida y la picada. Añorando crecer para poder ser de los adultos que vaciaban las cajas de manzana a la banda. Allá en los diferentes cajones estaban las mujeres y sólo se oía gritar: ¡Sale cajaaa! Y allá iba corriendo un hombre para ponerle la tapa a la caja y acomodarla en la hilera de cajas listas para ser cargadas en los trailers.
Y eso era cada temporada, y si no era la pizca de manzana, era deshierbar o cortar el maíz, allá en Tierras Prietas donde antes había tantos perritos llaneros como urracas hoy en la Alameda. Gracias a Usted yo tuve el placer de admirar a los perritos llaneros, de convivir con las aves y los insectos, de ver crecer a los pollitos, de criar algunas chivas y puercos y de ordeñar vacas.
Recuerdo que cada año, sin falta, nos íbamos de viaje en la camioneta al sur. Nos parábamos aquí y allá. Comíamos en la carretera nuestras gorditas y si no, pues comíamos en los restaurancitos a la orilla de la carretera, esos frijoles en bola con arroz y guiso. Desde Matehuala, Fresnillo, Plateros, San Juan hasta San Miguel de Allende, México y Acapulco. Conocí mucho gracias a Usted. Y algo que siempre me dicen mis amistades, cuando les llevo algún detalle, así fui educada; Papá siempre nos daba dinero para comprarles algo a quien quisiéramos. (Por eso si tú eres de los que les he llevado algo, te he dado regalos, ... es gracias a él.)
Claro que su educación, su formación militar y su enfermedad lo hicieron así, corajudo, y a veces sus acciones o sus palabras nos lastimaban. Lamento no haber tenido suficiente paciencia y comprensión para Usted.
Quiero que sepa que estoy muy orgullosa de ser su hija, y que el trabajo que hacíamos allá en el rancho, me ha enseñado dos cosas muy importantes: a valorar la familia y a valorar nuestra tierra.
Sé que a muchos de mi edad les hubiera gustado vivir mi vida. Ahora los chavitos, no valoran lo que sus padres hacen por ellos, talvez ni siquiera se imaginan las penas que pasan por pagarles un buen colegio o comprarles la ropa que ellos quieren. Allá en el campo nadie sabe de colegios ni de marcas de ropa, allá lo único que saben es trabajar, y fue lo que Usted me enseñó. He conocido a muchas personas que piensan que lo tienen todo, por que tienen mucho dinero. Pero tal vez viven asfixiándose ellos sólos en su mundo. Ellos tal vez no han pasado por carencias, no saben lo que se tiene que trabajar, y a veces sufrir, para ganar dinero y llevarlo a la casa, para alimento, escuela, comida, ropa, zapatos y medicina. Los niños y jóvenes de hoy sólo extienden su mano o piden, y ahí lo tienen todo. Nosotros muchas veces nos vimos apurados, pues a veces sólo teníamos para los camiones de la escuela, pero para trabajos extras, gastar o para divertirnos, nunca. Siempre estaremos satisfechos por la mejor herencia que unos padres dan a sus hijos, los estudios; las enseñanzas y experiencias de la familia. Nosotros teníamos que pizcar, deshierbar, desgranar, hacer los quehaceres de la casa, etc., para que Usted nos diera dinero para comprarnos algo.
Pasó el tiempo, y hace más de quince años, yo ya no pizcaba por en medio de los árboles, ahora me tocaba una escalera, ya podía vaciar la caja de manzanas a la máquina seleccionadora. Y había ya otros, mis sobrinos, que hacían lo que yo cuando niña. Sólo que ellos a regañadientes, creo. Y yo lo disfrutaba, porque no lo veía como obligación en aquél tiempo, después supe que gracias a las manzanas vivíamos.
Me encantaban sus historias, me enseñó a amarrar "las brujas" con las 12 verdades del mundo, disfrutabamos mucho cantar y jugar dominó.
Lamento que nuestra comunicación no haya sido la mejor. Lamento a veces haberlo enfrentado presumiendo saber más que Usted. Lamento también, que hasta ahora, después de más de veinte años, sea Usted mi amigo y confidente.
Ayer por ejemplo nuestra plática fue magnífica, le dije cómo me sentía ahora en casa, en mi trabajo y cómo me hace vibrar el amor. Y ¡ah cómo me “estiró las orejas”¡ pero su respuesta y consejo se resume en esto:
“Haz de lo mínimo lo máximo. Disfruta del canto y color de las aves, saborea el olor a tierra mojada, respétala, que al final es por ella que vivimos. Vive, disfruta y no tengas miedo de nada. Cuídate.”
Ahora, cuando regreso del trabajo, ya no beso su mano, volteo a su cuarto para ver si está ahí, acostado. Lo he soñado tantas veces, y pienso: anda en el rancho.
Hoy sólo me queda decirle que extraño besarle la mano, y aquí sentada en la banca que está junto a su tumba, le lloro y ruego que me proteja, como siempre.
Gracias Papá por haberme dado la vida, por hacer de mí lo que soy, y por haber sido cómo era.
Por enseñarme bastante.
No había entrado nunca a tu blog... solo quiero decir que me hiciste llorar :( una abrazo Moniq
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