Quítate la espinita...

Bienvenido a este espacio que, espero, te permitirá desaparecer por unos instantes de la realidad.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Dos . . . es igual a uno.



¿Has estado enamorad@?

Te sonará conocido, pues lo que escribo aquí:

Sentir la respiración en tu oreja, y los labios rozar y probar el lóbulo.

La lengua pasear por su cuello y morder despacito su barbilla.

Humedecer con la lengua sus pestañas y besar tiernamente sus ojos cerrados.

Mientras que con las manos acaricias su cabello y cualquier otra deliciosa parte de su cuerpo.

Tu boca va bajando hasta enjugarse en su pecho del que bebes todo.

Tu mano izquierda permanece en el pecho, mientras que tu lengua y tus labios van saboreando cada centímetro de su cuerpo, a veces, incluso, dando pequeñas mordidas, que provocan movimientos involuntarios.

Regresas a su boca, hurgando con tu lengua y degustando sus labios. Tus manos vuelan, leves roces, apretones y caricias, en diferentes lugares de su cuerpo, acompañan tu boca en un acorde musical.

Sentir los movimientos y sonidos provocados y evocados es la mejor estructura armónica.

Cuando tus dedos rozan su sexo y sus movimientos conjugan con los tuyos, realmente es el paraíso. Cuando tu boca, apacible, se queda quieta, ahí.

Beberle sorbo a sorbo, comerle como si fuera un delicioso caramelo y no querértelo acabar nunca.

Trazar líneas con tus dedos en sus piernas, apretar sus muslos, besar cada recoveco y probar cada uno de sus dedos, de los pies, de las manos.

Esas manos, suaves, que responden a cada movimiento, esa piel de sus brazos y de sus hombros que solo espera a ser besada.

Sus labios dulces reconociendo cada parte de tu cuerpo.

Y su espalda, tersa, donde te puedes perder horas, abrazándola, besándola, acariciándola, a m á n d o l a; reconociendo cada cuadrante de ella hasta perderte en el sur. Así desde su cabeza hasta la punta de sus pies. Así, desde sus pies hasta volver a su cabeza, a su boca, tocar nuevamente sus labios con tus dedos, primero; después con tus labios: y tus manos perdidas, nuevamente por ahí. Y lo repites una y otra vez, permaneces diferentes lapsos de tiempo en cada lugar, hasta que vencidos duermen plácidamente, abrazados.

¿Te estás reconociendo?

¿De qué lado estás ahora? ¿En él o en ella? No importa, lo mejor es disfrutar el tiempo juntos, así, c e r q u i t a. Abrazados, dormidos, despiertos. Juntos.

Enamoramiento o no. Placer o no.

Al final, lo que más extrañas de esa persona, es (precisamente) a ella misma, siempre.

Que cuando le veas sientes como electricidad atravezando tu cuerpo. Que cuando le escuches las mariposas anden en friega en tu estómago. Que cuando le lees, sientas que solo están él y tú, nada más . . .

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